Mi infancia no fue feliz. Ante la imposibilidad del rey de
poder concebir un hijo, fue dictado que el próximo niño a nacer debía ser
entregado para asumir el rol de príncipe. Mujeres huyeron del reino ante la
sola idea de entregar su descendencia a aquel tirano, hubo quienes incluso
recurrieron al suicidio. Por otro lado, hubo familias pobres que, esperanzadas
en obtener alguna ayuda del soberano, se empeñaron en la búsqueda un hijo. Ese
fue el caso de mis padres, un matrimonio humilde de campesinos. Una vez nacido,
fui entregado a la realeza, lo que sucedió con mis verdaderos padres jamás me
fue esclarecido, aunque doy por hecho que fueron asesinados.
Vagos recuerdos son los que tengo de mi niñez, pero hay algo
que nunca pude olvidar. Una tarde, con solo nueve años, vi como traían a un
sujeto cuyas ropas no coincidían con la vestimenta habitual del reino, parecía
un soldado. Mi padre sin mediar palabra se pasó el dedo índice por el cuello y
aquel hombre fue ejecutado ante mis ojos.
Aquellas palabras retumbaron en mi cabeza hasta el dia de
hoy. No era más que un infante, apenas pude comprender en el momento su
significado. Tres años después, jugando con los esclavos, que yo creía eran mis
amigos, ignorando por completo su forma de vida. Uno de ellos gritó que no
aguantaba más, y corrió hacia las puertas del palacio. Fue degollado en el
mismo instante. Pregunté a los guardias por qué habían hecho eso.
Molesto, me dirigí hacia donde estaba él.
Poco después fui enviado a un monasterio. Él creía que
pasar tiempo con los sacerdotes cambiaría mi pensar. Cada noche rezaba a Dios
para que dejara de sembrar el temor, como me había dicho años atrás, aunque
sabía que todo seguía igual. Por las tardes me escapaba al bosque para estar
solo.
Permanecí allí por diez años, durante los cuales fui
planeando mi venganza al descubrir mi verdadera historia. Agradecí a los
hermanos que me criaron y me brindaron la educación. No eran gente malvada,
eran hombres con miedo.
Me adentré en el reino y fui directo hacia el palacio,
seguido por una muchedumbre intrigada al verme regresar. No dudé en mostrar mi
espada a los guardias para que me dejaran pasar. Con mucho esfuerzo, aparecí
ante él.
Siempre me despierto en esa parte, y no tengo más remedio que contemplar los barrotes de mi celda.
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