viernes, 14 de septiembre de 2018

Falso hijo de un rey


Mi infancia no fue feliz. Ante la imposibilidad del rey de poder concebir un hijo, fue dictado que el próximo niño a nacer debía ser entregado para asumir el rol de príncipe. Mujeres huyeron del reino ante la sola idea de entregar su descendencia a aquel tirano, hubo quienes incluso recurrieron al suicidio. Por otro lado, hubo familias pobres que, esperanzadas en obtener alguna ayuda del soberano, se empeñaron en la búsqueda un hijo. Ese fue el caso de mis padres, un matrimonio humilde de campesinos. Una vez nacido, fui entregado a la realeza, lo que sucedió con mis verdaderos padres jamás me fue esclarecido, aunque doy por hecho que fueron asesinados.
Vagos recuerdos son los que tengo de mi niñez, pero hay algo que nunca pude olvidar. Una tarde, con solo nueve años, vi como traían a un sujeto cuyas ropas no coincidían con la vestimenta habitual del reino, parecía un soldado. Mi padre sin mediar palabra se pasó el dedo índice por el cuello y aquel hombre fue ejecutado ante mis ojos.
—Hijo, tú me sucederás, expandirás el reino, matarás a los enemigos sembrando el terror a donde vayas, y someterás a los esclavos. Serás un gran señor.
Aquellas palabras retumbaron en mi cabeza hasta el dia de hoy. No era más que un infante, apenas pude comprender en el momento su significado. Tres años después, jugando con los esclavos, que yo creía eran mis amigos, ignorando por completo su forma de vida. Uno de ellos gritó que no aguantaba más, y corrió hacia las puertas del palacio. Fue degollado en el mismo instante. Pregunté a los guardias por qué habían hecho eso.
—Órdenes del rey.                                                                                                             
Molesto, me dirigí hacia donde estaba él.
—Padre, tus guardias han asesinado a mi amigo por querer entrar al palacio.
—Si quiso entrar al palacio entonces merecía morir-respondió sin mirarme a los ojos
—¿Por qué?
—Porque era un esclavo, hijo. Y está mal que los esclavos quieran ponerse a la par de nosotros los nobles.
—¿Entonces los nobles pueden hacer lo que quiera, y el que no lo es merece ser castigado? Eso es muy injusto de tu parte padre.
Poco después fui enviado a un monasterio. Él creía que pasar tiempo con los sacerdotes cambiaría mi pensar. Cada noche rezaba a Dios para que dejara de sembrar el temor, como me había dicho años atrás, aunque sabía que todo seguía igual. Por las tardes me escapaba al bosque para estar solo.
Permanecí allí por diez años, durante los cuales fui planeando mi venganza al descubrir mi verdadera historia. Agradecí a los hermanos que me criaron y me brindaron la educación. No eran gente malvada, eran hombres con miedo.
—Hermanos, prometo que volveré con buenas nuevasme despedí de ellos, quienes habían depositado su fe en mí.
Me adentré en el reino y fui directo hacia el palacio, seguido por una muchedumbre intrigada al verme regresar. No dudé en mostrar mi espada a los guardias para que me dejaran pasar. Con mucho esfuerzo, aparecí ante él.
—¡Hijo mío!
—No soy tu hijo, ni tu eres un rey. No eres más que un falso profeta, y juro por el filo de esta espada, que hoy no gobernarás más.
Siempre me despierto en esa parte, y no tengo más remedio que contemplar los barrotes de mi celda.

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