Cuando uno es bibliotecario o está estudiando para serlo hay
dos preguntas que, sin importar día, fecha ni hora, va a escuchar más de una
vez a lo largo de su vida.
¿Para eso se estudia?
Es esta parte cuando uno toma aire y se relaja, para
controlar el impulso de bajarle los dientes al que preguntó, y le decimos que
sí con una sonrisa que esconde el instinto asesino. Solo a los bibliotecarios
les hacen esa pregunta, ni siquiera al sociólogo le preguntan estas cosas.
¿Y qué hacen, prestan libros?
La sangre vuelve a fluir rápido y acá puede que se nos
escape una puteada, pero tratamos de disfrazarla como un insulto amistoso. Les
hablas de la RCAA, de Dewey, del sufrimiento que es la CDU y de cómo tuviste
que aguantar a más de un profesor con cierto desequilibrio mental, o que dan la
clase y se contradicen a sí mismos, o te hablan de extraterrestres y fotos de
cadáveres, o alguno que se quedó en la prehistoria y el hecho que tu curso
tenga que ser boludeado por las autoridades que hacen lo que quieren. Uf, pero
eso es para otra historia, como lo del examen en una factura de gas.
“Ah, te leíste todos los libros entonces”. Ehh, no, no
funciona así la cosa, amigo.
“Dame el último libro de Borges”. Hay cierta diferencia
entre librería y biblioteca.
“Los bibliotecarios son todos aburridos”. No, somos seres
humanos, vemos series y puteamos.
“Lo saben todo”. No, aunque sería un superpoder interesante
“El papel es obsoleto”. Ni que fueras uno de mis profesores.
Juro que pasó.
“Las bibliotecas son todas iguales”. Me cansé, como diría un
cómico argentino de estos tiempos, conseguite diez caracoles, te pones cinco en
cada pie y te vas despacito a la ya sabés dónde
No hay comentarios.:
Publicar un comentario