martes, 26 de febrero de 2019

Tertulia de poetas


—Una bebida más, por favor.
—Señor Baudelaire, ya es el cuarto vaso que toma—respondió el cantinero—y debo recordarle que aunque ya esté muerto, el alcohol en exceso sigue siendo peligroso.
—No te pago para que me aconsejes, te pago para que me des de tomar—Charles ignoró al joven y continuó bebiendo.
A las puertas del bar se hallaba Arthur Rimbaud, quien fijaba su mirada hacia las afueras.
—Eh, Arthur, ¿entras o no?—preguntó Charles, risueño, o mejor dicho, borracho.
—Walt Whitman ha montado un campamento nudista ahí afuera.
—Ah sí, es que no podemos permitirle entrar sin ropa aquí, reglas son reglas—señaló el cantinero—si quieres unírteles no hay problema, pero luego aquí te vienes vestido.
—Hmm, si Paul se entera me pega otro tiro, mejor me quedo aquí.
—Miedoso—le llamó Baudelaire            
—Señor Poe, ¿le gustaría leer alguno de mis poemas? Mire, este se llama Azatoth, si quiere se lo recito—Lovecraft, que no estaba invitado, se las había arreglado para colarse en la tertulia y ver a su ídolo, quien a su vez, estaba tratando de evitarlo.
—Ya entiendo por qué tiene su propio círculo allá abajo—pensaba Poe mientras buscaba algún lugar para esconderse hasta que lleguen los demás comensales—¿por qué Dante se tarda tanto en venir? ¿Se habrá perdido otra vez en el infierno?
Se oyó un portazo y todos los presentes dieron vuelta a ver quién había llegado, se trataba de Charles Bukowski. El cantinero resopló molesto, y sacó otro vaso para el ya mencionado.
—De lo que sea que ese esté bebiendo—dijo señalando a Baudelaire—dame el doble.
—No quiero que iniciemos una competencia de beber, Charles.
—Sabes que sí—dicho esto, ambos se miraron desafiantes mientras el cantinero sólo podia expresar su fastidio con su mirada.
Escondido en un barril de amontillado, Poe escuchó a alguien silbando una melodía mariachi.
—Por favor, que no sea él—pero lo era, Ambrose Bierce hizo acto de presencia, y se sumó a la competencia de bebidas, no sin antes abrazar fuerte a Edgar y dejarle una botella de mezcal de regalo—¿Qué les parece si empezamos a recitar, muchachos?
—Pero aún faltan invitados—señaló Rimbaud.
—Eso no me importa
—¿Y si lo dejamos para otro día? Creo que ninguno de los dos Charles está en condiciones de recitar algo—en efecto, ambos habían caído desmayados. El cantinero simplemente los miraba lamentándose.
—Sí, mejor así—se convenció rápido Edgar mientras abandonaba el lugar, mientras regresaba a su tumba, Whitman lo saludó y le preguntó de unirse al campamento, a lo que él respondió mostrándole el dedo medio y pensando—estas reuniones, nunca más.

lunes, 25 de febrero de 2019

Breve descripción del infierno

Creo que no necesito presentarme, ya todos conocen mi nombre, así que iré a lo importante, que en unos minutos tengo una reunión con el “jefe”, aunque esto es una cooperativa. Hoy vengo a contarles cómo se manejan las cosas en el Infierno. A diferencia de allá arriba, donde es todo libre albedrío y los guardias prácticamente están de adorno, aquí hubo que dividir el lugar en siete círculos, porque abajo hay mucha más gente que arriba, sí, primero eran siete, pero a un tal Dewey se le ocurrió que fueran nueve, como los de Dante, que, dicho sea de paso, no sé dónde está, dijo que se iba a una tertulia de poetas que organizaba Poe, pero creo que todavía está rondando por ahí. Cuando no tiene a Virgilio cerca se desorienta un poco.
Ya el primer círculo es una tortura. No, no para los que están ahí, sino para mí. Es que ahí están todos los filósofos que alguna vez renegaron de la existencia de, bueno, ya saben, “El todopoderoso”. Heráclito se la pasa pidiendo que le cambien las sábanas porque “ya no son las mismas”, Sócrates es un verdadero dolor de cabeza, a veces se escapa y baja a otros círculos a dar clases. Nietzsche está acurrucado en un rincón mientras habla del superhombre y no sé qué otras cosas, aunque nadie le presta atención.
En el segundo círculo tenemos a los lujuriosos. Con la llegada del Marqués de Sade esto se descontroló un poco y tengo que mantenerlos a raya cada tanto. No hay semana en la que no estén preparando alguna fiesta en conjunto con los golosos del tercer círculo. Siempre intentan convencerme de que les de permiso mandándome una canasta de frutas y con algún poema de Whitman. A esto debo sumarle las constantes quejas de los avaros del cuarto circulo. Yo siempre les digo que deberían ser como los del quinto, que nunca protestan por nada, es más, ni siquiera se esfuerzan en pensar, se la pasan durmiendo, encontrar a alguno despierto es como encontrar una aguja en un pajar.
El sexto círculo tiene algo en particular, ya que aquí deberían ir los herejes, basándonos en Dante, sin embargo, Dewey creyó que era mejor poner a todos en un mismo círculo, ateos y agnósticos. Aquí colocamos a Lovecraft, porque sus escritos me perturban hasta a mí, y es por eso que nunca paso para ver lo que está haciendo. De hecho nadie sabe nada.
El séptimo círculo es mi favorito, ¿por qué? Porque aquí vinieron a parar las peores escorias que pisaron la tierra, y me divierto bastante castigándolos. Si se trata de aleccionar soy el mejor. Y no, aquí no hay suicidas.
El octavo está vacío, no recuerdo bien para qué era, pero se convirtió en lo que yo llamo “el círculo popular”, porque todos los otros que habitan aquí lo usan para algo, excepto los del quinto. A veces algún violento viene a esconderse para evitar su castigo, en otras ocasiones ha habido clases de filosofía.
Me olvidaba, hay un noveno círculo que es en realidad mi oficina, donde hago el papeleo y envío a las almas al sector que le corresponda. También debo autorizar las salidas transitorias en caso de que alguien ahí en la Tierra esté jugando a la ouija. Todo esto sin recibir remuneración alguna, y es por eso que uso el piso de arriba como escenario de peleas con apuestas. Ya ven, de algo se tiene que vivir.


Reunión a la que se refiere el diablo: http://cafeytrapos.blogspot.com/2018/07/hablemos-de-los-mortales.html

viernes, 4 de enero de 2019

Había una vez...


Había una vez un reino donde los habitantes creyeron que como su nuevo gobernante era muy rico, no perjudicaría a los pobres campesinos. Al comienzo de su reinado, el monarca parecía alguien educado y que escuchaba las problemáticas de su gente. Pero poco les duró el encanto, pronto el rey comenzó a tomar decisiones, que podríamos llamar, muy estúpidas. Hizo que los campesinos tuvieran que pagar mucho más por sus tierras, como le parecía que había demasiadas personas trabajando, empezó a despedir a unas cuantas. Con el paso del tiempo cuando el rey hablaba parecía un infante, y el pueblo, molesto al ver que su líder de ojos celestes no era lo que parecía, comenzó a protestar.
Pero el rey tenía sus defensores, aquellas personas de su misma posición social, que le aseguraba que debía ser duro con los “sucios revoltosos”, así les llamaban. Decían que les mandaran al ejército y, si había que matar, que mataran, porque “a nadie le iba a importar”. El rey no sabía qué hacer y cuando entraba en crisis decía que la culpa era de la reina anterior.
Otra cosa que no se permitía en el gobierno era insultar al líder, por más que fuera un insulto pequeño, podían llegar a encerrar a quien lo hiciera. Eso sí, a cualquier otro rey estaba bien insultarlo.
En el reino también había un excesivo odio hacia la mujer, por ejemplo, siempre las trataban de locas o de querer llamar la atención, suena absurdo, pero así era, ni siquiera podían elegir si tener hijos o no, siempre excusándose en la fe, porque la Iglesia también era muy importante para los ricos, más allá de que no fueran nunca a misa o desviaran la mirada cuando veían un pobre.
Afortunadamente, reinos como este con su gente y gobernantes ya no existen, o bueno, a lo mejor sí.

lunes, 31 de diciembre de 2018

Año nuevo en el paraíso


A ver, de nuevo, ¿por qué tenías que ofrecerte como anfitrión para recibir el año nuevo? dijo el diablo, visiblemente molesto, mientras acomodaba los platos.
Es porque siempre nos invitan ellos, y por una vez en la vida sentí que debían invertirse los papelesle contestó Dios.
Claro, pero ellos son doce, y nosotros somos dos para organizar esto.
Querrás decir tres.
Por lo que hace tu hijo…señaló a Jesús, quien se encontraba durmiendo en un sillón.
Déjalo, está cansado.
¿Cansado de qué? Si el único que trabaja soy yo. Tengo administrar los malditos círculos, y encima el tonto de Dante sigue perdido y no sé dónde carajo está. Además, los nórdicos beben como unos desgraciados, hay que controlar las bebidas.
Los nórdicos no vienen, sólo los griegos.
¿En serio?-el diablo se sorprendió-¿Qué le pasó al resto? ¿Es por lo que pasó aquella vez con Mahoma?
No, no, simplemente declinaron la invitación.
Debe ser por tu ensalada.
¿Qué tiene de malo?
No sé, pero el año pasado Zeus casi se nos va, y eso que es inmortal.
Bueno, pero se comió la mitad
¡Porque los otros la dejaron! Mira, ni siquiera yo les daría eso de comer a los que tengo allá abajo. Tengo principios. ¡Y tú despierta de una vez carajo! ¡dijo tirándole un pedazo de pan a Jesús.
Oye, no desperdicies la comida, que luego Dionisio se queda con hambre.
A Dionisio basta con endosarle una buena botella y no joderá.
Pero es el dios del vino, puede tomar lo que sea.
Dijo lo mismo el año pasado, y ya ves, pobre Mahoma.
Ya no saques el asunto de Mahoma, por favor. Hijo, saca la ensalada de la heladera.
Hey, allá vienen, vaya, la cara de felicidad de Hades puede verse a kilómetros, Afrodita y Hefesto vienen tomados de la mano, solo espero que no hagan lo mismo de las últimas tres cenas….un sonido de vidrios rotos alarmó a los anfitriones, que voltearon a ver a Jesús, que a la vez, contemplaba la ensalada derramada en el pisoHey, por fin haces algo bien—el diablo alzó los brazos en señal de victoria y se sentó a comer.


sábado, 8 de diciembre de 2018

Capitán Lawrence

El capitán Lawrence sabía que su final estaba al caer, su viejs herida de guerra había reaparecido, y el escorbuto tampoco ayudaba.
Él y sus cuatro acompañantes habían llegado al polo con la ilusión de ser los primeros en alcanzarlo, pero el hallazgo de la bandera noruega fue un golpe duro, significaba derrota.
El viaje de ida fue díficil, y la vuelta aún más, el frío era un duro rival y Lawrence lo sabía, ya habían perdido a un hombre a causa de ello, y esa también era la razón por la cual no quisieron escuchar su pedido de abandonarlo y regresar sin él, pues herido como estaba no era más que una carga.
Fue un dieciseis de marzo, un día antes de cumplir años, que Lawrence tomó una decisión. Era de noche, sus compañeros pasaban el rato riendo y jugando las cartas. El capitán se paró y dijo
—Voy a salir, y puede que tarde un tiempo.
Con cada paso que daba sentía cómo se helaba su aliento, pensaba en que ellos podrían volver solos, ese sería su regalo. Murió solo, en la noche.