Creo que no necesito presentarme, ya todos
conocen mi nombre, así que iré a lo importante, que en unos minutos tengo una reunión
con el “jefe”, aunque esto es una cooperativa. Hoy vengo a contarles cómo se
manejan las cosas en el Infierno. A diferencia de allá arriba, donde es todo
libre albedrío y los guardias prácticamente están de adorno, aquí hubo que
dividir el lugar en siete círculos, porque abajo hay mucha más gente que
arriba, sí, primero eran siete, pero a un tal Dewey se le ocurrió que fueran
nueve, como los de Dante, que, dicho sea de paso, no sé dónde está, dijo que se
iba a una tertulia de poetas que organizaba Poe, pero creo que todavía está
rondando por ahí. Cuando no tiene a Virgilio cerca se desorienta un poco.
Ya el primer círculo es una tortura. No, no
para los que están ahí, sino para mí. Es que ahí están todos los filósofos que
alguna vez renegaron de la existencia de, bueno, ya saben, “El todopoderoso”.
Heráclito se la pasa pidiendo que le cambien las sábanas porque “ya no son las
mismas”, Sócrates es un verdadero dolor de cabeza, a veces se escapa y baja a
otros círculos a dar clases. Nietzsche está acurrucado en un rincón mientras
habla del superhombre y no sé qué otras cosas, aunque nadie le presta atención.
En el segundo círculo tenemos a los lujuriosos.
Con la llegada del Marqués de Sade esto se descontroló un poco y tengo que
mantenerlos a raya cada tanto. No hay semana en la que no estén preparando
alguna fiesta en conjunto con los golosos del tercer círculo. Siempre intentan
convencerme de que les de permiso mandándome una canasta de frutas y con algún
poema de Whitman. A esto debo sumarle las constantes quejas de los avaros del
cuarto circulo. Yo siempre les digo que deberían ser como los del quinto, que
nunca protestan por nada, es más, ni siquiera se esfuerzan en pensar, se la
pasan durmiendo, encontrar a alguno despierto es como encontrar una aguja en un
pajar.
El sexto círculo tiene algo en particular,
ya que aquí deberían ir los herejes, basándonos en Dante, sin embargo, Dewey
creyó que era mejor poner a todos en un mismo círculo, ateos y agnósticos. Aquí
colocamos a Lovecraft, porque sus escritos me perturban hasta a mí, y es por
eso que nunca paso para ver lo que está haciendo. De hecho nadie sabe nada.
El séptimo círculo es mi favorito, ¿por
qué? Porque aquí vinieron a parar las peores escorias que pisaron la tierra, y
me divierto bastante castigándolos. Si se trata de aleccionar soy el mejor. Y
no, aquí no hay suicidas.
El octavo está vacío, no recuerdo bien para
qué era, pero se convirtió en lo que yo llamo “el círculo popular”, porque
todos los otros que habitan aquí lo usan para algo, excepto los del quinto. A
veces algún violento viene a esconderse para evitar su castigo, en otras
ocasiones ha habido clases de filosofía.
Me olvidaba,
hay un noveno círculo que es en realidad mi oficina, donde hago el papeleo y
envío a las almas al sector que le corresponda. También debo autorizar las
salidas transitorias en caso de que alguien ahí en la Tierra esté jugando a la
ouija. Todo esto sin recibir remuneración alguna, y es por eso que uso el piso
de arriba como escenario de peleas con apuestas. Ya ven, de algo se tiene que
vivir.Reunión a la que se refiere el diablo: http://cafeytrapos.blogspot.com/2018/07/hablemos-de-los-mortales.html
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