Un cigarrillo y un
trago de vodka, nada más. Eso es lo que decía Yashin cada vez que los
periodistas corrían tras él para conocer su secreto de atajar bien. Le llamaban
la Araña Negra por su vestimenta oscura. Era el mejor arquero del mundo, y lo
tenía la Unión Soviética, que venía de campeonar en Europa, afirmándose como
selección candidata a suceder a Brasil como reyes del fútbol en el mundial del
62.
Pero algo pasó la tarde
del tres de junio, aquel partido contra Colombia. No tardaron los soviéticos en
ponerse en ventaja, Ivanov haría el primero y el tercero, dejándole el segundo
a Chislenko. Las gradas eran una fiesta, eran claros vencedores. Para el
combinado rival sirvió de consuelo un gol de Aceros, lo curioso fue que en ese
gol Yashin por un momento pareció dudar de lo que estaba viendo y casi se va al
piso en un intento por agarrar el balón. Corrían once minutos del segundo
tiempo cuando Poneldenik estampó el cuarto y los hinchas coreaban.
Entonces llegó la
segunda catástrofe, de un tiro de esquina más o menos bien pateado, llegaría el
segundo gol colombiano, el primer gol olímpico en un mundial. Yashin se limitó
a caminar hacia la pelota mucho después de que esta entrara al arco. Hay que
reconocer que el soviético no tuvo culpa alguna en el tercer gol, pero era
claro que algo le pasaba, sí fue en parte responsable del empate de Sálazar,
queriendo salir a cortar el avance rival a cualquier lado. La hinchada
soviética seguía gritando aunque no se sabe si era en aliento o insultando a su
cancerbero. Los periodistas, que creían absurdo el “secreto” de Yashin,
comenzaron a creerle, y también concluyeron que esta vez, se le había ido la
mano.
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