viernes, 5 de octubre de 2018

Boca vs. Cúcuta

—¿Va a dejar jugar así? Es una locura, es una locura, si no se ve nada. ¿Cómo van a hacer goles si no pueden ver el arco?—el padre de Félix miraba con desesperación la hora, jugaba Boca, el equipo de su papá, de su mamá, de su abuelo y también el suyo, aunque él no tenía mucha idea de fútbol, apenas tenía diez años. No entendía lo que pasaba, sólo escuchaba lo que conversaban los mayores, como podía, porque el ruido ensordecedor de los hinchas que cantaban no lo dejaba escuchar bien. Que lo tenían que suspender para el otro día decía el abuelo. Que iba a ser un milagro hacer dos goles con el clima en esas condiciones.
Entre los hinchas empezaba a correr la voz de que se suspendía, pero al rato llegó la versión de que se jugaba. Esa fue la real, se jugaba.
"Y vamos Boca que no podemos perder, y vamos Boca que tenés que ganar" cantaba toda la Bombonera, incluida su familia, que lo incitaba a que cantara también. Félix sintió como unas vibraciones. Se preguntó si habría algún terremoto, pues eso le habían enseñado en el colegio.
—¿Qué pasó? Preguntaba cada tanto su papá cuando la niebla se tornaba más espesa, a la espera que otro hincha le respondiera.
—¡Tiro libre, patea Román!—gritó uno a lo lejos mientras se escuchaban bombos y aplausos. Gol. Gol de Boca, Félix sintió como miles de personas se hacían una sola con ese grito, su abuelo lo alzó mientras cantaba. Ya no cantaban la anterior, ahora decían "Es para vos, gallina p.." y no alcanzó a escuchar el resto porque le taparon los oídos. Fin del primer tiempo.
—Esto, esto que estás viviendo-le decía el abuelo—esto es Boca, ¿te gusta?—Félix asintió tímidamente, empezaba a comprender.
Daba inicio el segundo tiempo, la niebla era todavía más espesa, prácticamente no se veía nada. Pero Félix lo vio. A él. Al que su padre y abuelo glorificaban todos los domingos. Al que llamaban Titán, a Martín Palermo entrando como si de un fantasma se tratase, empujando la pelota con la cabeza. Esa fue la primera vez que gritó un gol, aunque lo hizo en forma un poco tímida, porque tampoco quería hacer el ridículo. Pero la soltura llegaría al final, cuando, ya con la niebla un tanto despejada, un centro de ese Román del que tanto hablaban fue a parar a la cabeza de un tal Seba Battaglia, el León y ahí sí, gritó con tanta fuerza que se sintió por primera vez hincha. La cancha se venía abajo. Félix entendió que las vibraciones eran la Bombonera, que latía. Estaban en la final. Siguió yendo a la cancha y jamás olvidó lo que su abuelo le dijo aquel día: esa pasión, eso es Boca.

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