martes, 9 de octubre de 2018
Canción de cuna
Un dios fugitivo. Un rey muerto. Perdida la guerra, la traición es lo más sencillos para los cobardes. El que permaneció fiel yace en la tierra. Atado a mi estandarte, soy el último en pie. Que me encuentren así. La muerte juega una carrera para encontrarme antes que mis enemigos. A la espera, silbo aquella canción que mi madre me repetía todas las noches.
viernes, 5 de octubre de 2018
Boca vs. Cúcuta
Entre los hinchas empezaba a correr la voz de que se suspendía, pero al rato llegó la versión de que se jugaba. Esa fue la real, se jugaba.
"Y vamos Boca que no podemos perder, y vamos Boca que tenés que ganar" cantaba toda la Bombonera, incluida su familia, que lo incitaba a que cantara también. Félix sintió como unas vibraciones. Se preguntó si habría algún terremoto, pues eso le habían enseñado en el colegio.
Daba inicio el segundo tiempo, la niebla era todavía más espesa, prácticamente no se veía nada. Pero Félix lo vio. A él. Al que su padre y abuelo glorificaban todos los domingos. Al que llamaban Titán, a Martín Palermo entrando como si de un fantasma se tratase, empujando la pelota con la cabeza. Esa fue la primera vez que gritó un gol, aunque lo hizo en forma un poco tímida, porque tampoco quería hacer el ridículo. Pero la soltura llegaría al final, cuando, ya con la niebla un tanto despejada, un centro de ese Román del que tanto hablaban fue a parar a la cabeza de un tal Seba Battaglia, el León y ahí sí, gritó con tanta fuerza que se sintió por primera vez hincha. La cancha se venía abajo. Félix entendió que las vibraciones eran la Bombonera, que latía. Estaban en la final. Siguió yendo a la cancha y jamás olvidó lo que su abuelo le dijo aquel día: esa pasión, eso es Boca.
jueves, 4 de octubre de 2018
Yashin, pasado de copas
Un cigarrillo y un
trago de vodka, nada más. Eso es lo que decía Yashin cada vez que los
periodistas corrían tras él para conocer su secreto de atajar bien. Le llamaban
la Araña Negra por su vestimenta oscura. Era el mejor arquero del mundo, y lo
tenía la Unión Soviética, que venía de campeonar en Europa, afirmándose como
selección candidata a suceder a Brasil como reyes del fútbol en el mundial del
62.
Pero algo pasó la tarde
del tres de junio, aquel partido contra Colombia. No tardaron los soviéticos en
ponerse en ventaja, Ivanov haría el primero y el tercero, dejándole el segundo
a Chislenko. Las gradas eran una fiesta, eran claros vencedores. Para el
combinado rival sirvió de consuelo un gol de Aceros, lo curioso fue que en ese
gol Yashin por un momento pareció dudar de lo que estaba viendo y casi se va al
piso en un intento por agarrar el balón. Corrían once minutos del segundo
tiempo cuando Poneldenik estampó el cuarto y los hinchas coreaban.
Entonces llegó la
segunda catástrofe, de un tiro de esquina más o menos bien pateado, llegaría el
segundo gol colombiano, el primer gol olímpico en un mundial. Yashin se limitó
a caminar hacia la pelota mucho después de que esta entrara al arco. Hay que
reconocer que el soviético no tuvo culpa alguna en el tercer gol, pero era
claro que algo le pasaba, sí fue en parte responsable del empate de Sálazar,
queriendo salir a cortar el avance rival a cualquier lado. La hinchada
soviética seguía gritando aunque no se sabe si era en aliento o insultando a su
cancerbero. Los periodistas, que creían absurdo el “secreto” de Yashin,
comenzaron a creerle, y también concluyeron que esta vez, se le había ido la
mano.
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