Descansan
en alguna parte, a la espera de que alguien vuelva a creer en ellos, que les
den vida. Son dioses, pero también son mortales, sin fe, desaparecen. Hubo un
tiempo en el que estaban llenos de ofrendas, pero luego se vieron opacados por
nuevas figuras. La de alguien que se mezclaba entre los humanos para llevarlos
a la salvación.
Uno de
ellos todavía tiene esperanzas, y aguarda todos los días, confiando en que
alguien, aunque sea solo una persona, le envíe una plegaria. El resto de sus
compañeros no objetan, saben que su sueño es imposible, pues su desaparición
está cerca.
Nadie
habla, a excepción de Cupido, que está allí por voluntad propia, y lo único que
hace es quejarse de todavía tener que recibir peticiones, aunque no las
escucha. Los humanos y sus sentimientos lo hartaron, sólo quiere morir.
Se
escucha la campana que avisa la llegada de un nuevo habitante. Como es
habitual, los antes dioses forman un pasillo para recibir al nuevo olvidado. La
sorpresa es magna: es aquel que les quitó el protagonismo, el de los milagros,
junto a su padre. Todos comprenden lo que pasa, finalmente la humanidad se
cansó y decidió a enterrar a todas esas deidades a las que entregaban sus
vidas. Uno a uno, comienzan a desaparecer.
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