sábado, 13 de junio de 2020

La máquina de borrar las malas memorias

 

El hombre entró al bar y se sentó en una mesa solo, bien alejado del resto de los clientes. El mozo, al acercarse, creyó ver en él una mirada de desilusión. Más tarde, mientras el hombre tomaba su café, notó como otro sujeto se sentaba enfrente suyo. Llevaba traje, como él, pero tenía una cicatriz en el ojo izquierdo. Aquel desconocido llamó al mozo y pidió “lo mismo que su amigo”.

—No somos amigos—retrucó el hombre.

—Lo seremos—respondió sin mirar el tipo de la cicatriz.

—A menos que tengas una forma de hacerme olvidar todo lo malo que viví, no lo creo.

—Eso es lo que estoy buscando—le extendió una tarjeta con un número y una dirección—tengo una empresa dedicada a ayudar a las personas a eliminar sus recuerdos, y por un precio relativamente bajo. Siempre vengo a este bar en busca de nuevos clientes, y usted tiene cara que quiere sacar cosas de su pasado.

—Gracias, pero no caigo en esas cosas, muy amable.

—Guarde la tarjeta, insisto.—el sujeto de la cicatriz se marchó sin tomarse el café.

Al volver a su casa, el hombre dejó la tarjeta arriba del escritorio y se fue a dormir, pensando en si lo que había vivido había sido un sueño. Se convenció cuando al otro día vio que la tarjeta había desaparecido del escritorio. Yendo al trabajo sintió que un papel se le caía del bolsillo: era la tarjeta. Finalmente decidió ir, si era una estafa, los denunciaría.

Imaginó un edificio, pero el lugar no era otra cosa que una casa común y corriente. El sujeto de la cicatriz lo atendió y le pidió pasar a lo que él llamaba “cuarto de máquinas”, para luego hacerlo recostarse en una camilla. Le pidió que cerrara los ojos y fuera pensando en todos sus recuerdos, explicándole que la máquina automáticamente reconocería todos los malos y los eliminaría de su memoria. Cuando despertó, no recordaba ni siquiera su nacimiento.

 


jueves, 24 de octubre de 2019

La casa de los espejos


Mi visita a Cádiz tuvo varios pasajes que me gustaría contar, pero debo detenerme en uno en específico. Paseando por la ciudad, una jovencita llamó mi atención, invitándome a un lugar llamado “La casa de los espejos”, asegurando que era un lugar conocido de la ciudad. Me resultó curioso que, si era tan popular, no apareciera en ninguno de los folletos que me habían dado. Decidí seguirla. La propiedad era inmensa, tres pisos, y, como su nombre lo indicaba, se encontraba llena de espejos, provenientes de diferentes partes del mundo. La muchacha me contó el origen de ello. La casa fue habitada por un marinero, su esposa y su hija, esta última era quien le pedía que por cada viaje le regalara un espejo, y él se lo cumplía. Pero la esposa, celosa de su propia hija y presa de la locura, la envenenó y mintió diciendo que había enfermado. Esto destrozó al marinero, quien se entregó al alcohol, y pasaba los días en el dormitorio de su hija pensando en ella. La esposa intentaba acercarse, pero él no quería saber nada. Un día, en uno de los tantos espejos que adornaban la habitación, vio el crimen que su esposa había cometido, e invadido de rabia, le dio muerte para luego quitarse la vida.
Me fui de aquel lugar fascinado por esa historia, y le pregunté al gerente del hotel por qué no me había mencionado ese lugar. SU respuesta me dejó helado. Me contó que esa casa no estaba abierta a visitas por lo ocurrido, y porque muchas veces se han oído casos de gente que entró allí y no regresó. Inicialmente creí que era una broma hasta que vi el retrato familiar, y reconocí en él a la misma chica que me había llevado.

viernes, 23 de agosto de 2019

Feria de Autores Independientes



Alguna vez Alejandro Dolina imaginó una feria del libro en Flores, con sus peculiaridades. Quizá fue eso lo que llevó a Plinio Gutiérrez a querer hacer lo mismo en su pueblo natal, el cual no revelaremos su nombre. Y lo hizo, también se imaginó una feria del libro, luego de imaginarla la llevó a cabo. La llamó “Feria de Autores Libres, Laboriosos, Independientes de Oprobioso Suplicio”, conocida por su seudónimo, F.A.L.L.I.D.O.S. Gutiérrez cambió el nombre a “Feria de Autores Independientes” después de darse cuenta que no sabía que significaba laborioso, ni oprobio, ni suplicio. El siguiente obstáculo fue que debía conocer a los autores. Gutiérrez comenzó a editar fanzines de escritores jóvenes que recién empezaban en el mundo literario, y también libros de cualquier otra cosa. Era año electoral en el pueblo así que el permiso municipal le fue otorgado sin suponer problema. El único inconveniente fue esperar ya que había una larga fila de reclamos.
La feria tuvo lugar en la plaza del pueblo, allí escritores jóvenes, adultos y hasta los muertos exhibían sus obras, estas últimas eran robadas con suma facilidad al no haber nadie en el puesto. En una esquina se ubicaban los Puristas del Lenguaje, que defendían a ultranza los viejos modismos del castellano, y en otro estaban los que pregonaban por el lenguaje inclusivo. Dato no menor, ninguno de los dos puestos vendía libro alguno.
Autores internacionales visitaban la feria, pero Gutierrez no salía del idioma español, así fue que cuando el reconocido escritor André Robespierre, de París, lo fue a saludar cantándole “Joyeux Anniversaire”, Gutiérrez respondió “A mí con amenazas no” y lo echó del lugar.
Había políticos que tenían un puesto para que la gente pudiera hacerles consultas. Obviamente el servicio era pago y generalmente las personas se iban con más dudas de las que ya tenían. Había unos cuantos que, aunque tenían en claro que les estaban robando, volvían a verlos igual e incluso pagaban más, vaya uno a saber por qué.
También en otra esquina se había colocado una carpa-biblioteca. Allí las personas que no deseaban comprar libros o no tenían dinero suficiente elegían libros de las estanterías y lo leían en el lugar. A la vez, la carpa estaba dividida en dos: lectura en voz alta y lectura en voz baja, pero no había ningún biombo que separara las secciones, y esto llevó más de una vez a una batalla campal. La carpa-biblioteca fue también sede de amores y desamores adolescentes, pero esas historias no corresponden aquí.
 En un punto de la plaza se juntaban diversos filósofos a dialogar, y alrededor suyo siempre había un gran número de gente, que eran atraídos por el olor a vino que emanaban. Generalmente nadie comprendía de lo que filosofaban, no porque ellos fueran intelectuales, sino que el vino surtía efecto y no podían hablar bien. Alguna que otra vez uno se desmayaba y lo dejaban ahí hasta el otro día que se le pasara la resaca. A veces dejaban pasar dos días, o más. Un día, Gutiérrez se dio cuenta que la gente pasaba horas en la feria, pero no tenía nada para comer, así que contrató un food truck y lo puso en medio de la plaza, para que fuera recorriendo la feria. Ahí ocurrió la desgracia, el carro no pudo con el tamaño del lugar, tropezó con uno de los filósofos desmayados y cayó sobre uno de los puestos, generando un efecto dominó que terminó por destruir la feria. Gutiérrez aseguró que con el dinero recaudado levantaría nuevamente el lugar. A un año de la tragedia, en el pueblo lo siguen esperando.


domingo, 9 de junio de 2019

El último

¿Es esto real? Era la pregunta que rondaba en su cabeza. Caminaba por las calles con la mirada perdida, sin poder encontrar a nadie. Todo rastro de vida había desaparecido. Sería que comenzaba el final de los tiempos, pensaba. A medida que avanzaba quería convencerse de que simplemente estaba soñando, y al día siguiente saldría a caminar como todas las mañanas, y vería todo como lo recordaba. Mientras más calmo se presentaba el aire, él se sentía más intranquilo. Se percató de que no era un sueño y que estaba solo, solo y libre, algo que siempre había idealizado, pero que ahora no era más que el mismo infierno.

sábado, 13 de abril de 2019

Dioses olvidados



Descansan en alguna parte, a la espera de que alguien vuelva a creer en ellos, que les den vida. Son dioses, pero también son mortales, sin fe, desaparecen. Hubo un tiempo en el que estaban llenos de ofrendas, pero luego se vieron opacados por nuevas figuras. La de alguien que se mezclaba entre los humanos para llevarlos a la salvación.
Uno de ellos todavía tiene esperanzas, y aguarda todos los días, confiando en que alguien, aunque sea solo una persona, le envíe una plegaria. El resto de sus compañeros no objetan, saben que su sueño es imposible, pues su desaparición está cerca.
Nadie habla, a excepción de Cupido, que está allí por voluntad propia, y lo único que hace es quejarse de todavía tener que recibir peticiones, aunque no las escucha. Los humanos y sus sentimientos lo hartaron, sólo quiere morir.
Se escucha la campana que avisa la llegada de un nuevo habitante. Como es habitual, los antes dioses forman un pasillo para recibir al nuevo olvidado. La sorpresa es magna: es aquel que les quitó el protagonismo, el de los milagros, junto a su padre. Todos comprenden lo que pasa, finalmente la humanidad se cansó y decidió a enterrar a todas esas deidades a las que entregaban sus vidas. Uno a uno, comienzan a desaparecer.