jueves, 24 de octubre de 2019

La casa de los espejos


Mi visita a Cádiz tuvo varios pasajes que me gustaría contar, pero debo detenerme en uno en específico. Paseando por la ciudad, una jovencita llamó mi atención, invitándome a un lugar llamado “La casa de los espejos”, asegurando que era un lugar conocido de la ciudad. Me resultó curioso que, si era tan popular, no apareciera en ninguno de los folletos que me habían dado. Decidí seguirla. La propiedad era inmensa, tres pisos, y, como su nombre lo indicaba, se encontraba llena de espejos, provenientes de diferentes partes del mundo. La muchacha me contó el origen de ello. La casa fue habitada por un marinero, su esposa y su hija, esta última era quien le pedía que por cada viaje le regalara un espejo, y él se lo cumplía. Pero la esposa, celosa de su propia hija y presa de la locura, la envenenó y mintió diciendo que había enfermado. Esto destrozó al marinero, quien se entregó al alcohol, y pasaba los días en el dormitorio de su hija pensando en ella. La esposa intentaba acercarse, pero él no quería saber nada. Un día, en uno de los tantos espejos que adornaban la habitación, vio el crimen que su esposa había cometido, e invadido de rabia, le dio muerte para luego quitarse la vida.
Me fui de aquel lugar fascinado por esa historia, y le pregunté al gerente del hotel por qué no me había mencionado ese lugar. SU respuesta me dejó helado. Me contó que esa casa no estaba abierta a visitas por lo ocurrido, y porque muchas veces se han oído casos de gente que entró allí y no regresó. Inicialmente creí que era una broma hasta que vi el retrato familiar, y reconocí en él a la misma chica que me había llevado.