—Sabía que iba a ser una mala idea hacerte
caso.
—¿Me llamaste para conversar o para
recriminarme algo que no hice?—
replicó el invitado, ligeramente ofendido,
mientras se acomodaba en su silla
—Sabes de lo que hablo, por seguir tus
consejos se me fue todo de las manos.
—Yo lo único que te sugerí fue que
descansaras un rato, y dejaras que se arreglen solos
—Justamente, ese es el problema. Ahora viven
peleándose y diciendo cosas que yo nunca dije, y por tu culpa.
—¿Mi culpa? El pacto era que ninguno de los interviniera,
ambos cumplimos, y no es mi culpa. No fui yo quien durmió de más-comenzó a
levantar la voz-ni tampoco fui yo el que dejé que se hicieran esas cosas entre
ellos. Quizá sí, pero no de manera directa, quiero decir... ¿Qué tal si haces
que tu hijo arregle las cosas?
—Ni loco, después de la última vez que quiso
intervenir las cosas no fueron bien, desde ese día ya no quiere saber nada con
ellos.
—Ya sé, ya sé, no todos los días se crucifica
a tu salvador, pero bueno, ya viste lo que dicen ahí abajo, que va a volver,
dicen muchas cosas sobre ti, sobre mí, hasta nos dedican canciones
—No va a volver, ya lo hemos discutido y ni
loco vuelve a pisar ese suelo, se siente muy a gusto aquí. Ah, me he distraído
y he olvidado por qué te llamé en primer lugar-respondió Dios mientras
rechazaba un cigarrillo.
—¿Seguro que no es para soltarme toda la
bronca? Porque parece que es por eso. Han sido tus fieles los que causaron
esto, no los míos, después de todo ¿Por qué soy yo el malo? Se mata más en tu
nombre que en el mío
—¿Y qué hacen tus fieles?
—No sé, queman iglesias, sacrifican bebés,
¡pero no porque yo les diga que esté bien! Los tuyos igual no se quedan atrás,
por alguna razón afirman que no permites a los homosexuales, suicidas,
proabortistas, preservativos, sexo antes del matrimonio…
—Caramba, creo que dormí demasiado tiempo
—el amor propio, los tatuajes, el divorcio…
—…piercings, fútbol americano, el porno, el
suicidio, el poliéster. Bueno, lo del poliester lo puedo entender...
—¡Suficiente!-exclamó Dios golpeando la
mesa-Ya entendí, carajo.
—También las blasfemias. De verdad, deberías
aleccionarlos un poco. Si te parece bien me puedo hacer cargo de esa parte, se
me dan muy bien lo de las lecciones...
—No hace falta-dijo Dios-¿Podemos retomar la
conversación? ¿Qué propones hacer?
—Mátalos a todos. Siempre quise decir eso
—¿Así, secamente? ¿Sin anuncios ni nada?
—¿Anuncios de qué? ¿Acomodar las nubes en el
cielo para que digan “El fin”? Me gusta más la idea del factor sorpresa.
—Van a ser muchas almas, ¿cómo vamos a
organizarlos? San Pedro no tiene mucha paciencia para esas cosas.
—Es fácil, basta con revisar los expedientes
de cada habitante, según sus actos en vida, irán al cielo o al infierno. Le
decimos a San Pedro que los clasifique ahora, y así cuando lleguen aquí.
Finalmente podré conocer a Charles Manson, quiero que me ayude con algunas
canciones que estuve componiendo.
—¿Qué hacemos con los ateos? Si por más que
nos vean nos siguen negando, ya pasó una vez, y hubo que ponerlo en un lugar
especial, el limbo.
—Tengo un plan para eso, hermano. Justamente,
al limbo. Y no hagas excepciones, como hiciste con Darwin, que con tal de no
aguantárselo te compró con un cordero asado.
—Bueno, supongo que por fin Nietszche tendrá
compañía, todos esos años ahí solo lo han hecho delirar. Y el trabajo de Darwin
es respetable. Fue una excepción
—Del Marqués de Sade no dijiste lo mismo, o
de Schopenhauer, o de Freud. No te das idea de lo que son esos tipos ahí abajo,
pero nunca me quejé, ya ves.
—Gracias por venir-dijo Dios, cortante.
Dios estrechó la mano de Satán y éste regresó
al infierno. Tomó aire y volteó la cabeza hacia San Pedro que tenia cara de
pocos amigos—Vas a tener mucha tarea hoy.